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ANIA YÚRIEVNA POPOV

 

Moscú, 1890.

Quedó viuda al dar a luz a su tercera hija: Lina, a la que en la intimidad llamaba mi desgracia. Contrariamente a lo que se puede imaginar, eso no hacía alusión a la muerte de un amor, sino a la conclusión de cierto orden.

Con sus otras dos hijas también pequeñas, juntó lo que entraba en una valija y fue a la casa de su familia política.

Allí la recibieron su suegra Inna y su cuñado Sergei. Ella pensó que los visitaría solo un tiempo, hasta reacomodarse, pero, afortunadamente, se terminó quedando mucho más.

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